Leo desde hace meses (tengo problemas con la disciplina) La seducción de las palabras, libro en el que Álex Grijelmo detalla cómo, al margen de los poderes de persuasión y disuasión de la palabra, se ejerce también el poder de seducción.
Grijelmo dedica grandes extensiones del libro a explicar cómo siglos de empleo del lenguaje han ido creando una madeja de significados que traspasa los límites de lo meramente intelectual: Todo el idioma está integrado por un cableado formidable del que apenas tenemos conciencia, y que, sin embargo, nos atenaza en nuestro pensamiento. Pensamos con palabras; y la manera en que percibimos estos vocablos, sus significados y sus relaciones, influye en nuestra forma de sentir.
A partir de ello construye su concepto: las palabras tienen la secreta facultad de seducir de acuerdo al uso que le dé el hablante y a la esfera que lo entorne con el oyente. Esta seducción, explica, parte de un intelecto, sí, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado, sino a sus emociones. Y sitúa en una posición de ventaja al emisor, porque éste conoce el valor completo de los términos que utiliza, sabe de su perfume y de su historia, y, sobre todo, guarda en su mente los vocablos equivalentes que ha rechazado para dejar paso a las palabras de la seducción.
Y una frase, justamente, seductora, para explicar mejor el concepto: Convence una demostración matemática pero seduce un perfume.
Apartado de la gris tecnofilia del lingüístico, este libro es, a mi juicio, indispensable para entender el funcionamiento secreto del lenguaje. Lo que es lo mismo decir que es indispensable para quien se precie de escritor.
Llegó a mis manos, por cierto, de las manos generosas de Marijosé Pérez Lezama, a quien nunca terminaré de agradecerle.
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Pulicado originalmente en enero de 2005 en el blog JorgeLetralia: http://jorgeletralia.blogsome.com/2005/01/20/la-seduccion-de-las-palabras
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