1 de diciembre de 2007
Un libro para NAVIDAD
¿Quién se encontraba en el pesebre esa primera Navidad? Algunos dicen que era un gran líder moral. Otros un crítico social. Incluso hay quienes piensan de Jesús como un profundo filósofo, un rabino, un feminista, un profeta y más. Muchos están convencidos de que era el divino Hijo de Dios.
¿Quién fue él en realidad Jesús y cómo podemos estar seguros?
Strobel consulta a expertos de la Biblia, arqueólogos y a las profecías mesiánicas buscando la verdadera identidad del niño en el pesebre. Acompáñelo mientras él cuestiona las duras y certeras preguntas que usted puede esperar de un periodista legal condecorado. Si Jesús en realidad fue Dios en carne propia, entonces debe existir evidencia creíble, incluyendo:
Evidencia de testigos oculares: ¿Se puede confiar en las biografías de Jesús?
Evidencia científica:: ¿Qué revela la arqueología?
Evidencia de perfil:: ¿Jesús satisfizo los atributos de Dios?
Evidencia de huellas dactilares:: ¿Acaso Jesús correspondió de
manera única con la identidad del Mesías?
El caso de la Navidad lo invita a considerar porque la Navidad importa en primer termino. En algún lugar más allá de las tradiciones de las fiestas descansa la verdad. Puede que sea más convincente de lo que usted se ha imaginado.
Pondere los hechos... y decida por si mismo.
El nacimiento de las posadas navideñas
El festejo se realiza del 16 al 24 de diciembre, tiempo durante el cual se representa simbólicamente el peregrinar de José y María.
Las posadas se celebran desde hace 398 años, justo nueve días antes de la Navidad.
El festejo se realiza del 16 al 24 de diciembre, tiempo durante el cual se representa simbólicamente el peregrinar de José y María.
A su salida de Nazaret, culminando en la Nochebuena con el nacimiento del niño Jesús.
Amenizadas con letanías que se vuelven cánticos, las posadas reaniman el espíritu religioso de los participantes, cómo olvidar esos momentos, los peregrinos, las oraciones, la procesión, las piñatas, el ponche, la fruta, pero sobre todo la emoción, alegría y amistad que se respira durante este tiempo.
Dichas fiestas de fin de año tienen su origen más allá de la época colonial, cuando los indígenas festejaban durante el invierno o Panquetzaliztli, el advenimiento de Huitzilopochtli, Dios de la Guerra.
En un esfuerzo de evangelización los religiosos agustinos, sustituyeron la imagen de Huitzilopochtli por la de José y María.
En sus inicios estos festejos no fueron como los conocemos ahora, primeramente se les llamó "fiestas de aguinaldo" y consistían en la proclamación de la misa intercalada con pasajes y escenas alusivas a la Navidad.
Como atractivo se daban pequeños regalos a los indios que participaban, además se incluían piñatas, luces de bengala, cohetes y cantos populares.
En varias poblaciones las posadas se celebran en las calles las cuales previamente se adornan con hilos de heno y faroles.
Y en otras muchas poblaciones se sustituyen los tradicionales peregrinos de barro por elementos vivos, causando mayor emotividad entre los asistentes.
No existe templo, parroquia o capilla por pequeña que sea que durante el período del 16 de Diciembre al 6 de Enero, que no levante un nacimiento en ocasiones con verdaderas joyas escultóricas o figuras de barro realizadas en Tonalá o Tlaquepaque y celebren las posadas con cantos religiosos, guijolas, panderos, triángulos, etc., para crear mayor alegría en los asistentes.
En 1541 fray Toribio de Motolinía escribe sus memoriales, donde narra que en Tlaxcala para las celebraciones navideñas, los indígenas adornaban las iglesias con flores y hierbas, esparcían juncia en el piso, hacían su entrada bailando y cantando y cada uno llevaba un ramo de flores en la mano.
En los patios se encendían fogatas y en las azoteas se quemaban teas(trozos de madera para alumbrar, la gente cantaba y tocaba tambores y hacía repicar las campanas.
Todos oían misa, los que no cabían en el interior del templo se quedaban en los atrios, pero igual se arrodillaban y se persignaban.
Para el día de la Epifanía traían la estrella desde lejos, tirando de un cordel; delante de la imagen de la Virgen y del Niño Dios ofrecían velas e incienso, palomas y codornices que habían recogido para la ocasión.
Durante el tercer decenio del siglo XVI, fray Andrés de Olmos compuso el "Auto de la Adoración de los Reyes Magos" que seguramente es el drama religioso que reseña Motolinía, diciendo: y algunos años representaban el auto de ofrecimiento.
También se festejaba, la Candelaria. En esta celebración se llevaban a bendecir las ceras que se habían usado en procesiones y las guardaban para ofrecer con motivo de enfermedades y catástrofes naturales.
Así se celebraba la Navidad durante los primeros tiempos de la cristianización, que Huitzilopochtli ya había quedado en el olvido.
La inteligencia de los evangelizadores de utilizar los medios indígenas para solemnizar los actos religiosos como son las flores, las ofrendas, los cantos, la música y las danzas, había hecho posible que rápidamente se aceptara la nueva religión, la cual se presentaba con ritos que eran familiares a los recién convertidos.
En las reseñas de Motolinía se encuentran elementos que siguen hasta la fecha en la Navidad mexicana: los cantos, las luces y es posible que el "Auto de la Adoración de los Reyes Magos", sea lo que dio origen posteriormente a las pastorelas.
Lo demás que hoy en día componen las celebraciones de fin de año se fue incorporando paulatinamente, hasta llegar a tener festividades de marcados rasgos mexicanos.
CARTA DE NAVIDAD PARA ...
UN POETAQUE ESCRIBÍA VERSOS EN SU REBOTICA
(En memoria de Federico Muelas)
Estás ahí ¿verdad?
Seguro que llegaste con tus brazos sin límites
zarandeando pétalos al aire.
Y sin dejar de hablar: con tu fluyente
río de rebotica en la garganta.
Sí, sé que estás ahí.
Cultivando laureles para frentes
denodadas, incógnitas y humildes.
Aleando con oro las últimas preguntas
que le ponen pimienta a la saliva
con divina sustancia de los hombres.
Sé que estás en un cielo de rimas consonantes,
lidiando en verso libre la estatura
sin perfil de los ángeles.
Reuniendo en gavillas los recuerdos
de las voces concordes de los monjes,
que unidas al rumor hondo del Huécar
oías por la tarde
desde tu hocino sosegado vecino a Shangri-Lá.
Sé que te desmelenas todavía
con el clamor de un viento endecasílabo
-viajero por veletas de plata y lapislázuli
- y amasas las palabras en paladar sonoro,
cociendo pan de cánticos en el horno encendido
de tu glorioso corazón que siembra
campanas en el aire.
Hoy habrás elegido por extensas praderas
aromas de tomillo y de romero,
de espliego, camomila y yerbabuena;
flores de ajonjolí,
salvia real, caléndula y retama;
y habrás seleccionado los más puros sonidos
de caramillos y zambombas,
pues celebráis ahí la Nochebuena.
Tú, como hacías aquí abajo,
levantarás tu tenderete
de las maravillosas baratijas diarias
con amorosas manos delante del Portal.
Cuéntame, Federico
si en el belén del cielo hay un espejo
para mirarse el alma navegando en los ríos
que terminaron en el mar más alto.
Cuéntame si te cruzas
con ovejas brillantes como nubes,
en pastizales del amor nutridas;
si los pastores llevan sin heridas el barro
transido de sus lágrimas;
si la Posada tiene siempre abierta la puerta
para albergar los sueños y los amaneceres;
si las estrellas aprendieron
a remediar los largos fríos de tantas noches,
y prenden sus hogueras en albricias y azúcar
para olvidar la pena con mazapán de almendras
y aguardiente con fresas, arándanos y guindas.
Y, sobre todo, déjame que escuche
la nueva luz que en tu silencio crece.
Si supiste sacarle a tu pandero
terrenal tantas notas celestes inventadas
cuando aquí te ponías de rodillas
para escribir, ahora que estás viendo
con los ojos cerrados
cómo la medianoche se engalana de aurora,
qué callada ternura te ha cedido tu voz
para hacer del asombro tu mejor villancico.
Algo de la época navideña
Villancico de las cinco letras
Aquí llegan, Niño,
las cinco vocales,
sencillas y claras
como unos pañales.
De tanto mirarte,
de tanto admirar,
con la boca abierta
se queda la a.
Para que le vuelvas
tus ojos, la e
desde su ventana
te tira un clavel.
Porque quiere siempre
mirar hacia Ti,
su punto redondo
te entrega la i.
Nunca como ahora
le dolió a la o
que su forma sea
para decir no.
De rodillas pide
llenar de tu luz
su pequeño cuenco
vacío la u.
Escucha, Cordero;
las cinco vocales
te ofrecen los niños
su voz en pañales.
Poesía de José Javier Aleixandre
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