17 de marzo de 2008

El nombre de la bestia

Segunda entrega sobre la etimología de algunos animales, ésta vez los más fieros.

En el número pasado emprendimos un paseo por la historia de las palabras que denominan a algunos animales. De la vaca al gallo y del gato al potro. Pero se quedaron muchos acorralados entre el tintero. Es hora de conocer la etimología de algunos otros.


Dos de las bestias más fieras comparten el mismo origen: el latín. León viene del latín leo y tigre de tigris, que llegó al latín del griego. Del primero han nacido palabras como leonado y leonino. También nombres como Leonel, Leonardo y Leontina; bastante escaso este último -por suerte -, está emparentado con Leo, más común e inventado por un canónigo de París. También viene de allí el temido leopardo, palabra compuesta, producto de leo y párdalis (griego). El pardo era, según el Diccionario de Autoridades (1726) un "animal, lo mismo que tigre". De tigre se han desprendido vocablos como atigrado y tigrero.

El jaguar viene del guaraní yaguar. De hecho se puede escribir y pronunciar con jota o con ye: (jaguár) o (yaguár). Ojo al acento: son palabras agudas, no llanas, como algunos creen, en una actitud un poco esnob, que desvela influencia del inglés.


También viene del latín el oso, resultado de la adaptación de ursus. Y el lince, aunque en este caso interviene el griego, que fue la cuna inicial. Del griego lynx, lynkos, pasó al latín lynx, lyncis.
Lo mismo sucedió con cocodrilo, una palabra que me llama mucho la atención. Del griego krokódeilos pasó al latín crocodilus.


Y aquí se cuela el camaleón, cuyo recorrido fue el mismo. El griego khamaileon significa, según el lexicógrafo Joan Corominas, "león que va por el suelo", en alusión a la timidez del animal. Quizás es por esta característica que intenta pasar inadvertido. Llegó al latín, que lo adoptó como chamaéleon, y de ahí pasó al español en el siglo XIII.



El lagarto viene de lacartus, variante de lacertus, forma dialectal arcaica. Ha dado pie a otras palabras, como lagartija y lagartero (animal que caza lagartos y madriguera de lagartos). Nuestro lagarto, ese individuo que repta en las reuniones sociales colombianas, tiene el mismo origen.


Sin levantarnos del suelo podemos hallar la etimología de la serpiente, que viene del latín serpens (de serpere, arrastrarse). En el siglo XVI ya se le decía serpentina a una culebra pequeña. Pero fue necesario esperar 300 años para que se empleara la misma palabra con el fin de denominar las alegres tiras de papel de color que se usan en fiestas infantiles.


La culebra viene del latín colubra (o la manera vulgar colobra). Pasó al portugués como cobra, voz que adoptó el español en el siglo XX. Ha dado origen a varias palabras, como culebrilla (enfermedad), culebrina (meteoro eléctrico) y culebrón (telenovela en España y otros lugares).


Demos un salto hasta el canguro, que, según el DRAE, llegó del francés kangourou, aunque su origen es una lengua indígena de Australia.




Y ya que hablamos de saltos, pasemos a los micos. Mico es una palabra cumanagota, es decir, de la lengua usada por un pueblo amerindio de la familia caribe que habitó en Cumaná, cuyos descendientes hoy se encuentran en el Estado de Anzoátegui, al sur de Venezuela. Estrictamente, el mico es un mono de cola larga, pero en algunos sitios, como Colombia, es cualquier mono.



El mono, por su parte, es el nombre genérico de cualquier animal del suborden de los simios. La palabra mono es una haplología de maimón (viene de maymun: mico en árabe clásico). Haplología es la eliminación de una sílaba parecida a otra contigua en una palabra. En países como España, mono es también un adjetivo que califica algo bonito o gracioso. En Colombia es un hombre rubio. Hay, también, monos muy monos.



Si existe un nombre simpático en la familia de los simios, es el del mico tití. Su origen es onomatopéyico.

Para encontrar las raíces de orangután es preciso llegar hasta el hombre del bosque. En malayo orang significa hombre y hutan, bosque. Según el lexicógrafo Carlos Fisas, los malasios llamaban de esta manera a sus vecinos salvajes. No se sabe si lo hacían en un gesto de humor o con algo de desdén. El naturalista Bontius (Jakob de Bondt) la empleó por primera vez en 1635 dentro de un contexto científico para describir al mono que habita en las selvas de Sumatra y Bormeo.


Soledad Moliner

Publicado en: EL TIEMPO