28 de octubre de 2010

El Diccionario de Americanismos:"No es un libro para un convento"


Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua, presentó en Montevideo el 'Diccionario de Americanismos'.

Solo quien desconoce todo ese mundillo de las Academias de la Lengua Española puede pensar que se trata de unos señorones que se juntan a charlar como si fuere un club social, advierte López Morales, quien lanzó en el Centro Cultural de España un flamante diccionario que reúne más de 60 mil vocablos hispanoamericanos.

El académico cubano inició con esta presentación una recorrida por América Latina, para introducir en sociedad a un gran libro que editado por Santillana, invita a analizar el español desde una perspectiva abierta y multicultural. Sobre estos y otros temas, el simpático y franco académico habló con El País.

Carlos Reyes - ¿Qué singularidades tiene este diccionario?

- Muchos diccionarios de americanismos anteriores habían sido hechos por una sola persona, y podían tener unas siete mil palabras, frente a las 60 mil que tiene éste, con más de 200 mil acepciones. Un cambio fundamental fue la metodología. Antes se pedía desde Madrid a las academias que remitieran palabras, pero para este se trabajó mandando desde España borradores, que luego las academias de los distintos países fueron analizando y devolviendo.

- ¿También los elementos tecnológicos habrán ayudado?

- Claro, tenemos entre otros elementos un programa que está hecho con 152 diccionarios de americanismos, y cada palabra que uno introduce te indica en cuántos diccionarios aparece. Eso nos permitió tomar los elementos comunes. Tengamos en cuenta que hay muchos tipos de diccionarios. El de la Real Academia es de tipo normativo, para decir lo que está bien y lo que está mal. Pero el nuestro es completamente diferente: no es normativo en absoluto. Busca reflejar los usos de los hablantes hispanoamericanos.

- ¿Y cómo evalúa usted el resultado?

- Es una pregunta muy dura: hemos tratado de hacerlo lo mejor posible, pero toda primera edición es perfectible, y el que no lo crea así, está pensando en pajaritos preñados (la expresión está en el diccionario). Ya hemos encontrado cositas, ya lo estamos revisando. Hay gente que se ha asombrado de la cantidad de malas palabras que tiene. Pero bueno, esto no es un diccionario hecho para un convento, ni para hermanas de la caridad. Trata de reflejar como lo habla y escribe la gente.

- ¿O sea que tiene elementos de un diccionario de uso?

- La idea es que si alguien está leyendo a un autor chileno y encuentra una palabra que no conoce, la ubique allí. Otro aspecto que contemplamos fue que tuviera parámetros sociolingüísticos claros. Cuando decimos "popular" se opone a "culto", y "vulgar" a "distinguido", conceptos que a veces estaban mezclados. También hemos introducido aspectos que tienen que ver con la pragmática, como por ejemplo la voluntad comunicativa del que habla, que tienen que ver con la contextualización.

- ¿Por qué en el prólogo se insta a cada academia a componer su propio diccionario?

- Esta edición tiene 2.500 páginas, que era el tope que podía tener en un solo volumen. Ha quedado fuera una cantidad importante de palabras, cercana a las 3 mil. No es mucho si se tiene en cuenta que hay 60 mil entradas, pero hay vocablos que son de uso muy específico, de una zona de un país, que lo usan unos cientos de hablantes. Para eso son los diccionarios nacionales, para agregar todas las que nosotros no hemos podido.

- ¿Cómo fue el equipo de trabajo?

- Tuvimos en Madrid un equipo que llegó a tener 22 personas, de los cuales lamentablemente solo cinco éramos hispanoamericanos. El equipo fue cambiando a lo largo del tiempo: incluso la Academia española se portó muy bien y nos cedió parte de sus lexicógrafos. Y hubo que darles unas lecciones, para explicarles que esto no era el Diccionario de la Real Academia Española, aunque unos no pudieron con eso y se volvieron a la Real Academia. Creo que eso de poner fechas límites es terrible para cualquier tipo de proyectos de este tipo.

- ¿Cómo fue la relación con las lenguas indígenas?

- Afortunadamente, en casi todos los países donde hay lenguas indígenas importantes, hay académicos indigenistas: en ese sentido estamos muy bien. Pero este no es un diccionario de lenguas indígenas, y no damos entrada a ninguna palabra que no se haya transplantado al español. A veces el transplante es la palabra indígena tal cual, y otras modificada. Creo que este diccionario es muy realista: toma nota de lo que hay, lo expone y lo explica. No tiene criterio exclusivista, todos los países han sido tratados igual.

- ¿Hubo alguna entrada especialmente difícil?

- Hubieron unas más difíciles que otras, pero siempre han sido las academias las que tomaron la última decisión. El problema empieza cuando la misma academia entra en conflicto, sobre todo en grafías de lenguas indígenas. El Perú nos ha dado una lata fenomenal, porque no se ponían de acuerdo entre ellos. Es que hay cuatro o seis tipos de quechua, y por lo tanto hay varias tendencias diferentes.

(...) - ¿Hay académicos de la Real Academia que sean reacios a la política panhispánica?

- Creo que quedan algunos de la vieja guardia, tres o cuarto, que ya están por dejar este mundo, y que están anclados en el pasado. Pero hay mucho académico joven, alerta, que hicieron que la política panhispánica haya calado mucho. Incluso creo que este diccionario ha producido una ola de elogios en el seno de la academia española. Hasta se ha propuesto que el DRAE sea así, cosa que no puede ser. Puede ser mejor de lo que es, pero así no, porque es otro tipo de diccionario, y estamos hablando de la calidad.

- ¿Por qué dice que el DRAE podría ser mejor?

- Creo que es un diccionario que está un poco anclado en el pasado: el DRAE a principios del siglo XX era uno de los grandes diccionarios europeos, pero hoy no es así. Y no porque no lo quieran los académicos, sino porque las personas que están ahora al frente de DRAE, o no se ocupan demasiado, o no tienen siempre una formación sustancial. En este momento está en manos de una segunda de a bordo, y tiene una planta muy antigua: no hay un solo diccionario europeo, de los grandes, que sea como el DRAE de antiguo.

- ¿La RAE no acepta completamente el panhispanismo?

- Hay ocasiones en que no es la Academia sino algún académico que todavía cree que España sigue siendo el ombligo del mundo hispánico, pero eso va a título personal de algunos carcas. La política panhispánica ha podido triunfar y gracias a eso es que estamos haciendo tantas cosas todos juntos. Por otro lado, es claro que el DRAE es muy, muy mejorable. Es una pena que se están perdiendo la oportunidad, porque en el año 13, es el tercer centenario de la fundación de la RAE y sería la gran oportunidad para sacar un gran diccionario. Pero no, van a salir con una edición con algunas modificaciones: van a sacar un diccionarito.

- ¿Cree que hay prejuicios contra los académicos?

- Sí, es evidente, sobre todo de gente que no entiende bien, que no sabe lo que son las academias, ni cuál es su trabajo. Algunos piensan que es gente que van allí a hacer una serie de comentarios: que son unos señorones que se juntan a comer algo, como una especie de club social, donde están los ex presidentes, los embajadores. Sí fueron así, sobre todo las americanas más que la española, aunque la española también, porque lo que se hereda no se hurta. Pero eso ya es parte del pasado.

- También con los políticos han tenido a veces choques...

- Bueno, muchas veces los políticos son fustigados por la academia: si una ministra española dice "los miembros y las miembras", y cosas por ese estilo, es natural. Pero casi nunca es la Academia como tal, salvo que le pidan expresamente su intervención. En general son algunos académicos los que salen a la palestra.

El País, Uruguay, GDA.

Publicado en: EL TIEMPO