Pato. El español lo tomó del árabe hispánico pátt; este, del árabe clásico batt, que su vez lo adoptó del persa bat. De acuerdo con Joan Corominas, uno de los más grandes lexicógrafos de nuestra lengua, su nacimiento pudo ser como onomatopeya del andar pesado del pato. Es voz común a varios idiomas, como el portugués (pato), el árabe (batt), el búlgaro y el esloveno (patka) y el albanés (pate). Del pato salió pata y otras palabras derivadas, como patoso, patada, pataleta, patalear y patojo.
Gallo viene del latín gallus y ha dado pie a numerosas palabras: gallina, engallarse, gallináceo, gallinero, gallineta. No sé si es porque me recuerdan a su "padre", pero todas me parecen simpáticas.
Pollo originalmente era la cría de cualquier animal y luego pasó a ser solo la de la gallina. Viene del latín pullus. Y, sin decir ni pío da pie a muchísimas palabras: pollera (canasta para criar pollos y falda como la de la pollera colorá), pollino, empollar, repollo, pimpollo, pulular y hasta repolludo.
El perro es tan perro que solo existe en castellano. De origen incierto, no aparece en otro idioma ninguna palabra parecida a esta. En la Edad Media, perro era un término peyorativo y popular, que se enfrentaba a can, la palabra tradicional original del latín. El etimólogo Joan Corominas cree que el origen del término está en la voz prrr, brrr, usada por los pastores para que el perro haga mover al rebaño. Las palabras derivadas son numerosas: perra, perrada, perrera, perruno, emperrarse...
No parece, en cambio, que de perro haya nacido cachorro. Su origen es incierto, pero puede venir de cacho, del que, según Corominas, solo subsisten acepciones secundarias como cierto pez o un ramo de flores de olivo.
El caballo ha trotado un largo trecho en el mundo de la lexicografía. Partió del búlgaro como kobyla, pasó al griego y llegó al latín como caballus. De allí lo tomó el español.
El origen de potro, en cambio, es incierto. Hay palabras similares en otras lenguas romances, que pueden venir del latín pulliter: polédro (italiano), polero (portugués), poutre (francés) y poldre (catalán).
Yegua viene del latín equa, femenino de equus (caballo). De este, equino, ecuestre, equitación. De aquella, yegüada, yegüero y yegüerizo.
El punto de partida de la vaca es sencillo y directo: viene del latín vacca. Ha dado origen a muchas voces: vacuno, vacuna, vaquero, vaqueta y vaquilla, entre otras.
También ha dado vida al ternero, pero no a la palabra. Según el Diccionario de la Lengua Española, viene de tierno. Y, de acuerdo con Corominas, de terne, que significa fuerte, robusto y, y a su vez, nace del término gitano terno (joven). Cualquiera de las dos puede ser, ya que el ternero es tierno, fuerte y joven.
Las biografías de las palabras que designan a los animales son tan variadas como los animales mismos. El pez, por ejemplo, viene del latín piscis (igual que el signo del zoodíaco) y da origen a voces como pecera, piscina y pescar. La historia del simpático y nativo armadillo nos remonta a la Conquista de América, cuando los españoles lo denominaron así porque les recordaba la protección o armadura con que cubrían sus hombres, caballos y perros de las flechas aborígenes.
Como quedan tantos entre el tintero, prometo volver con más etimologías de animales. Entre ellas, por supuesto, la del loro, que tiene mucho para decir.
Publicado en: El Tiempo
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