La objección del narrador
Por:Roberto Aguirre
La Jornada de Oriente México
El interés por el discurso de los medios de comunicación masiva me pareció hace ya tiempo una cuenta pendiente para la teoría de la comunicación y para su capacidad de interdisciplina con áreas como la lingüística y la antropología al explicar uno de los ejes de la cultura contemporánea, a saber, las mediaciones como esfuerzo discursivo que mantiene a una cultura determinada como marco interpretativo.
En la teoría de la comunicación hemos acostumbrado, me parece que sino todos sí en una medida significativa en el espacio académico y laboral de los medios y sus interesés, dejar las relaciones interdisciplinarias antes citadas al ámbito de análisis de la cultura de masas felizmente llevados por corrientes principalmente europeas. Dicha perspectiva -sin detenerme en explicar su origen para evitar lo gratuito- ha sido quizá inconciente, pero sí macabra por la relevancia que hoy adquiere lo semiológico como hilo conductor del eje del modelo de desarrollo del futuro ya presente. Es decir, de un modelo económico-semiológico-tecnológico que sustituye al económico-industrial clásico de lo moderno. De este modo, aquí presento una serie de consideraciones sobre el discurso medial y sus relaciones con los ámbitos diversos de la vida humana, en el entendido de que el dinamismo humano mueve lo cotidiano en un espectro que va de lo psicológo en las relaciones de saber y los eventos de lo sensible, pasa por lo lingüístico y lo social hasta cruzar por los ámbitos más sistémicos de la sociedad y la cultura y por tanto de la vida humana. El asunto, como toda hipótesis es imaginativo, pero no por ello menos real, porque lo imaginativo es su narración y no los eventos. Habrá de tener claro que la experiencia no se da por secciones, el análisis sí. El texto por tanto tiene mucha cara de itinerario.
En este sentido, la objeción de Sidney Filkenstein a la proposición Mcluhiana de que los medios de comunicación son las extensiones del hombre es la afirmación de que estos medios son, más bien, instituciones sociales. Tal crítica cabe también para la afirmación de que el medio es el mensaje, es decir, a la afirmación de que el medio de comunicación resulte un contenido o una significación en sí mismo, y no que resulte tal en tanto hace un referente social y uno lingüístico.
El fenómeno que resume la enunciación del medio es el mensaje puede ser entendido en otro sentido, en el de una discursividad. En esta idea no hablamos ya del medio sino de su discurso, hablamos de una variedad en el uso del lenguaje que bien se puede definir como discurso medial. Desde la formulación lingüística de Jackobson, la relación relevante a tal proposición es la que se establece entre código y medio; pero en la formulación de Jackobson no existe función alguna que describa esta relación, sólo queda claro que la función metalingüística, es decir, la referente al signo y el código, ha de ser respondida satisfactoriamente para poder explicar y definir la relación código&emdash;medio. En esta última, es necesario resolver a qué tipo de código corresponde el resultado de la combinación entre lenguajes naturales y no naturales que presenta el discurso de los medios audiovisuales.
Este discurso medial es una variedad de los usos del lenguaje. Su calidad de mensaje está en la forma y no en la sustancia como hasta ahora se ha pretendido en la orientación Macluhiana. El discurso medial es una combinación de lenguajes naturales y no naturales en condiciones realizativas y narrativas típicas de un mecanismo de mediación. Estas condiciones actúan como fuerza de contexto que insertan al interlocutor en una percepción típica de la relación hombre&emdash;mundo y en un manejo restrictivo del lenguaje.
Esta superestructura, que funciona como tradición en la que se sustenta un proceso de comunicación, resulta más o menos compartible por el lector de estos medios de comunicación. La relación entre esta superestructura y la del lector origina una serie de actitudes hacia el discurso del medio. El discurso medial es objeto de una clasificación y de una descripción según las combinaciones que presente de los lenguajes naturales y no naturales en cada medio subyacente, precisión que obedece a una perspectiva semiológica y a la propuesta de una mediación crítica; a la combinación de las estructuras superficiales o profundas del lenguaje; a la relación entre la cultura (popular, híbrida, o contemporánea) del interlocutor y la de los realizadores del mensaje concreto; a la combinación de los elementos técnicos, tecnológicos y operativos con que se cuentan; y al tipo social de la información contenida.
La relación entre los lenguajes naturales y no naturales, en una combinación que está determinada por los imperativos de narración y dialógicidad que la naturaleza de los medios de comunicación masiva impone al uso del lenguaje, define al discurso medial. A la definición interesa su naturaleza y características como discurso y como mediación, es decir, como mecanismo lingüístico para el entendimiento sobre contenidos y entre sujetos.
Por su parte, lo referente a la percepción típica de la relación hombre&emdash;mundo y a la superestructura como mecanismo de conocimiento, identificación e interpretación del mundo y de los elementos culturales forman sus consecuencias.
El discurso medial es por tanto la variedad discursiva que adquieren los mensajes en cualquier tipo de mediación social y cultural. Cada mecanismo de mediación representa una combinación en el uso del lenguaje, que se realiza a partir de definir las determinaciones de primera instancia, la integración de los elementos que intervienen en los procesos de mediación y la configuración de la cultura en la creación de la realidad y la conducta.
Si el discurso es la forma de comunicación caracterizada por la argumentación, es decir, una cadena de actos de habla o unidades lingüísticas elementales &emdash;siendo el habla la forma de mediación nuclear o fundamental&emdash; liberada de la presión de la experiencia y de las coacciones de la acción donde se tornan tema las pretensiones de validez; entonces, el discurso medial es la forma o la estructura en la que se genera una encadenación de conceptos y la psicodinámica respectiva para la transmisión de información simbólica, para el desarrollo cultural y las dinámicas de desarrollo social que posibilita y predispone, y para la configuración de la memoria.
La mediación es el proceso de socialización de las formas de registro simbólico. La mediación informacional constituye un tipo superado de la mediación electrónica, pues lo relevante ya no es la imagen sino la información. Las cantidades de información, como unidades de mediación, conservan las características modulares de la configuración de la imagen en la memoria y la distancia respecto al discurso analítico. Además, es una categoría desde la cual se puede describir e interpretar a la mediación oral, la letrada y la electrónica. Todas ellas anteriores e incluyentes.
De este modo, este tipo de mediación representa capas y el predominio de un enfoque en el que el contenido, o el mensaje, adquiere un estatuto donde se mide por cantidades de información y por la facilidad de su decodificación (incluyendo el consenso que permite circunscribir tal saber), mediante una lógica impuesta por la cibernética y la preminencia de la forma narrativa como legitimadora de relatos.
En cualquier caso, tal análisis no representa una reducción de la mediación a la oscuridad semántica sino un rescate de ella por la ampliación de la capacidad explicativa del análisis crítico de los estudios culturales, pues representa la gestión de la hegemonía cultural y el gobierno político en la conciencia humana.
La ampliación explicativa obliga a analizar la mutua influencia entre las relaciones sociales de poder y economía y la configuración cultural y el ambiente simbólico, ya que es en los primeros donde se definen los patrones de primera instancia y en los segundos donde encuentran su modo y nivel de distribución. En todo caso, este proceso está relacionado ampliamente con los proyectos epocales y con el distanciamiento entre políticas populares y modernidad, no como contradicción a priori, sino como una definida por la historia de las relaciones sociales de poder y economía en nuestro país.
Una vez que quede resuelto el estudio lingüístico y semiológico, así como el trabajo interdisciplinario con los estudios culturales y sociales, es posible la aplicación de dichas respuestas a la teorización de la persuasión, pues busca crear en la sociedad un estado de cosas. Entonces, el estudio es relevante para analizar y dirigir la labor persuasiva de los medios de comunicación másiva por la descripción y clasificación del discurso medial, como un recurso teórico que permita organizarlo en situaciones y ante públicos distintos.
Desde la perspectiva del lenguaje y el entendimiento me parece posible analizar la pragmática en la que se construye el discurso medial, y la participación en este proceso de elementos culturales y agentes sociales; pero también interesa la noticia como forma de discurso, pues construye una identidad hombre-historia, en tanto crea al hombre como conciencia, y el medio -como espacio privilegiado de interpretación&emdash; ya que, con otros agentes institucionales, crea la realidad o praxis que es difundida al conjunto social.
Notas Bibliográficas
Berinstáin Elena, 1992, Diccionario de retórica y poética, Ed. Porrúa, México, pp 153&emdash;155.
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Girbaud, Pierre, 1996, Semiología, Ed. Siglo XXI, México, pp. 12&emdash;16.
Habermas, Jürgen, 1993, Teoría de la acción comunicativa, complementos y estudios previos, Ed. Rei, México, pp. 143
Lyotard, Jean Francois, 1993, La condición posmoderna, Ed. Planeta Agostini, España, pp. 15, 51, 52, 54.
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